Con la sucesión de fenómenos climáticos "extremos" -sequías, inundaciones, heladas y granizo, por citar sólo algunos-, los productores lo están pasando mal, con repercusiones en toda la cadena de suministro que acaban repercutiendo en el consumidor. Pérdida de rendimiento y calidad, cosechas que no se pueden transportar ni exportar, alteración de los ecosistemas, subidas de precios, escasez de materias primas y mano de obra, vulnerabilidad financiera... los profesionales se enfrentan a problemas que pueden afectar a la continuidad y sostenibilidad de su negocio. Por un lado, tienen que hacer frente a las cuestiones más urgentes a corto plazo, mientras que, por otro, deben tomar decisiones decisivas para la agricultura del mañana. Cada vez es más importante trabajar por una agricultura resiliente, que permita a los productores seguir invirtiendo e innovando.
¿Qué es la agricultura resiliente?
La resiliencia de un sistema agrario se define como su capacidad para restablecer su funcionamiento básico frente a perturbaciones y tensiones económicas, sociales y medioambientales. La resiliencia de un sistema puede ser específica, para responder a una perturbación puntual, o global, para hacer frente a una perturbación contra la que el sistema debe luchar a largo plazo. - Fuente: CDA, centro para el desarrollo de la agroecología
La resiliencia de un agrosistema es, por tanto, su capacidad para adaptarse a las perturbaciones o para volver a un régimen rutinario ante un entorno cambiante, a través de su robustez (un cultivo puede quedarse sin agua durante un tiempo si el suelo es suficientemente rico en nutrientes), su adaptabilidad (un calendario de cultivos más corto o más tardío, una variedad resistente...) o su capacidad para evolucionar (una reorientación cultural, la cobertura de una red de protección...). Estas consideraciones deben enmarcarse siempre en un contexto regional, en el que hay que tener en cuenta las especificidades de las explotaciones, los proveedores, los distribuidores, los prestadores de servicios y las infraestructuras.
Por eso, ante las inclemencias del tiempo, los productores y la industria adoptan estrategias diferentes, que a veces transforman sus dificultades en nuevas oportunidades:
- Protección de los cultivos: protección física con invernaderos, túneles, lonas, redes... e insumos como bioestimulantes para potenciar los cultivos. Pero también la creación de estanques y reservas de agua, cuando sea posible...
- Selección varietal: en particular, variedades que rindan bien incluso en condiciones desfavorables, cuya duración de crecimiento sea predecible, y o que puedan adaptarse a siembras o plantaciones más tempranas o más tardías...
- Cambios en los calendarios de cultivo, con determinados cultivos plantados más tarde o con mejor protección que pueden producir más rápidamente...
- Nuevos cultivos, como los cítricos en Francia, los melones en Bretaña o las batatas en los Países Bajos... o la deslocalización...
- Adopción de tecnología: digitalización de datos, apoyo a la toma de decisiones, automatización del trabajo...
Para los productores, se trata de comprender y atenuar los riesgos, en particular fomentando la biodiversidad de los ecosistemas, que son más estables y ofrecen una mayor resistencia, o capacidad de evitar o soportar las perturbaciones, y una mayor capacidad de recuperación tras las perturbaciones. Y para los consumidores, en un momento de aumento de los costes, tensiones sociales, inestabilidad financiera y aceleración de la degradación medioambiental, hay dos aspectos clave: la trazabilidad y la sostenibilidad.
Las autoridades públicas desempeñan un papel clave a la hora de crear las condiciones adecuadas para invertir en resiliencia agrícola: concienciación sobre los riesgos, capacidad para hacer frente a las perturbaciones meteorológicas, del mercado y de otro tipo, y una cultura de adaptabilidad.
En cualquier caso, cultivar "mejor", reducir las pérdidas en el campo y durante el transporte, y cosechar productos de calidad y adecuados al uso al que se destinan son aspectos cada vez más importantes. Por eso Consentio sigue de cerca estas cuestiones, al tiempo que trabaja en soluciones válidas con un impacto real en:
- Permite un suministro más fluido y rápido, lo que se traduce en más calidad/frescura y menos residuos
- Trazabilidad y seguridad alimentaria
- Medición del desarrollo sostenible mediante la recogida de datos medioambientales (huella deCO2 )
- Facilitar la comunicación y las transacciones entre distintos operadores