Es habitual escuchar el uso de la palabra sostenible: envases sostenibles, materiales sostenibles, energía sostenible, producción sostenible, etc. ¿Se ha preguntado alguna vez qué significa realmente la sostenibilidad? Pues bien, es todo aquello que está diseñado para satisfacer las necesidades actuales sin comprometer los recursos y necesidades de las generaciones futuras. La agricultura sostenible significa cultivar de forma responsable, proporcionando productos al mercado a precios justos y de una forma que no dañe el medio ambiente.
Actualmente, la agricultura tradicional tiene grandes impactos a nivel ambiental y en los recursos naturales. El estudio Más gente, más comida ¿peor agua? presentado en 2017 por la FAO y el Instituto Internacional para el manejo de agua (IVMI), arrojó cifras alarmantes sobre los niveles de contaminación generados por esta industria, haciendo un llamamiento para que los productores adoptaran prácticas sostenibles, recordando la importancia de la sostenibilidad en la agricultura.
La agricultura sostenible involucra lo social, lo económico y lo ambiental, pero desde una perspectiva no individualista. Su objetivo principal es mejorar la forma en la que se hace uso de los recursos no renovables, con el fin de asegurar la disponibilidad de estos para suplir las necesidades de las futuras generaciones y garantizar la seguridad alimentaria mundial.
Para lograr el objetivo principal que plantea la agricultura sostenible se deben cambiar las prácticas de la agricultura industrial. Algunas de las prácticas más recomendables son:
1. Rotación de cultivos: Alternar los cultivos constantemente ayuda a reponer los nutrientes de la tierra que el cultivo anterior consumió. Lo importante de esta práctica es asegurarse que los cultivos tengan necesidades nutritivas diferentes para evitar que el suelo agote sus propiedades.
2. Mantenimiento de los suelos: Mantener el suelo en un estado óptimo para cultivar es una de las prácticas que más pueden ayudar a que el impacto sea menor. La rotación de cultivos permite la recuperación de los suelos, pero arar la tierra ayuda a oxigenar el suelo, controlar plagas y reducir la acumulación de agua.
3. Uso del agua: un elemento vital para la humanidad es el agua y el uso adecuado de la misma, para evitar que se agote o se contamine. Es imprescindible que los cultivos se adapten al clima y al suelo que se va a usar, ya que esto reducirá la cantidad de agua que se emplea en el riego. Hacer uso de sistemas de riego como el de goteo y aspersión pueden evitar la pérdida de agua.
4. Eliminación de plagas: Las plagas pueden ser un dolor de cabeza al momento de cuidar los cultivos. Para evitarlas o eliminarlas tenemos varias opciones como: el uso de animales depredadores de las plagas actuales, bioinsecticidas, la rotación de cultivos y la selección de cultivos resistentes a las plagas.
5. Diversidad de cultivos: No es una práctica muy común en la actualidad, pero su correcto desarrollo puede tener como resultado productos con mayor resistencia. Se trata de cultivar variaciones de una misma especie de planta con el objetivo de preservar algunos cultivos en caso de la aparición de plagas.
La respuesta a esta pregunta depende de muchos factores, la agricultura convencional se centra en realizar una producción en masa y en hacer uso de tecnologías que permiten cultivos sobre grandes superficies. Asimismo, el consumo de agentes usados en la agricultura convencional para controlar plagas, antibióticos, entre otros, es perjudicial para nuestra salud, por lo que el precio a pagar en el futuro puede ser más alto.
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